Testimonio de la Hna. Verónica Clara Montes Gutiérrez para la web oficial de la JMJ Madrid 2011
Durante la JMJ del 2005 celebrada en Colonia pude convivir con muchos cristianos. La experiencia me hizo comprender que el cristianismo no es una utopía, sino una realidad viva. Descubrí la belleza de ser cristiana y, desde ese momento, decidí participar en todo lo que me ofreciera la Iglesia.
Y así un día, mientras revisábamos en el grupo de jóvenes de la parroquia el plan del viaje a Roma durante la Semana Santa del 2009, me dijeron que yo sería una de las jóvenes elegidas para acercarme al altar y recibir la Cruz de manos de los jóvenes de Sidney. Se me concedía el don de ser una de las que tomaban el testigo directamente de los jóvenes de Sidney.
“¿Por qué a mí, Señor?”. Esa fue la pregunta que surgió en mi corazón, pues me parecía algo grande, muy grande para mí. En cuanto pude, fui a la capilla y supliqué a Jesús: “Señor, no permitas que reciba tu Cruz como si fuera cualquier cosa”.
Llegó el Domingo de Ramos, entramos procesionalmente en la Plaza de San Pedro con el Santo Padre, que bendijo las palmas. Al final de la Eucaristía, nos acercamos al altar jóvenes de Sidney y de Madrid y, en el momento en que dejaron caer la Cruz sobre nosotros, sentí en mi corazón: “Acoges el sufrimiento de la humanidad”. No sabía qué significaba esto ni qué transcendencia podía tener en mi vida. Aunque algo asustada, no lo conté a nadie. Mis amigos me preguntaron qué había sentido, y solamente pude esbozar media sonrisa y decir: “Muy bien”. Pero… ¿por qué el Señor me había hecho sentir esas palabras?
Esa misma Semana Santa, después de años de intensa lucha con el Señor porque intuía su llamada, pude decir un sencillo sí a su voluntad, lo que cambiaría mi vida. Después de ese sí, el Señor me fue mostrando, muy poco a poco, que me quería exclusivamente para Él. Desde que ingresó mi hermana Caná en el monasterio en el año 2000, precisamente porque me quedé profundamente impactada, empecé a pedir al Señor: “¡Yo religiosa, no!”, para acabar finalmente mendigando la entrada en lo que hoy es Iesu communio, instituto religioso en el que comencé el postulantado en octubre de 2009.
Hoy, a la luz de esta llamada, puedo entender lo que Jesús me hizo sentir en la Plaza de San Pedro. Me llamó a estar con Él, a vivir feliz la consagración y a acoger el sufrimiento de la humanidad. Él me eligió para hacerme feliz y participar de su sed y de su anhelo: que ninguno se pierda y todos tengan vida.
Gracias, Madre Iglesia, que nos engendras a vida nueva.
Hna. Verónica Clara