¿Por qué aplauden así?
Artículo de la Madre Verónica publicado en “Alfa y Omega” con motivo de la JMJ
Las Jornadas Mundiales de la Juventud han sido ocasión para que cientos de miles de jóvenes se reúnan en torno al Papa y una pregunta se despierte: ¿Qué buscan esos jóvenes que aplauden no solo con las manos sino también con todo el corazón al grito de “Esta es la juventud del Papa”?
Juan Pablo II veía “en la juventud y en sus valores -la vida, la salud, la belleza, el vigor físico, el entusiasmo, la alegría- como un adelanto del triunfo de Cristo resucitado y de su venida gloriosa”. Quizás esa visión le animó a impulsar con tanta decisión el encuentro con los jóvenes cristianos para testimoniar la belleza de la vida cuando Cristo la enriquece, plenifica y culmina. “Lo que fascina es, sobre todo, el encuentro con personas creyentes que, por su fe, atraen hacia Cristo, dando testimonio de Él” (Benedicto XVI).
Ni Juan Pablo II ni Benedicto XVI han convocado a los jóvenes para ofrecerles modas pasajeras, ídolos o ideales de efímero neón. No se han dirigido a ellos para fomentar la mediocridad, la pasividad o el aburrimiento, sino para abrirles horizontes de vida que les permitan asumir la seriedad y gravedad de la existencia. Han hablado a jóvenes “que no quieren dejarse engañar por propuestas sin plenitud, por diversiones vanas y destructoras, proyectos limitados; no quieren dejarse engañar por espejismos de felicidad barata, ni dejarse llevar por el sinsentido de la corriente; no quieren conformarse con medianías, sino que quieren madurar en opciones valientes bajo el soplo del Espíritu Santo” (Juan Pablo II).
Cuando los jóvenes, embargados por la alegría y la emoción, aplauden, cantan y danzan ante la llegada del Sucesor de Pedro, del testigo por excelencia de la fe, no actúan como una masa manipulada por mensajes halagadores que inducen a una vida ajena al compromiso. Saben que el testigo de Cristo les va a hablar de la santidad, de la plenitud a la que están llamados: “Cuando os invito a ser santos, os pido que no os conforméis con ser de segunda fila. Os pido que no persigáis una meta limitada” (Benedicto XVI).
Las Jornadas Mundiales de la Juventud han convocado a jóvenes de todo el mundo, unidos por la fe cristiana, anhelantes de confrontar sus vidas con la radicalidad del Evangelio. Jóvenes que han decidido ponerse a la fila de los cristianos para recibir el gozo del Perdón y el vigor de la Eucaristía, conscientes de que vale la pena conformar la vida con el Don de Dios. Querían ser presencia de Jesús en la comunión de todos los creyentes.
No se trataba de jóvenes simplemente inconformistas frente a las realidades que les ha tocado vivir, sino deseosos de conformar el mundo según el designio de Dios, dejándose configurar con la plenitud prometida por Dios al hombre, iniciada ya en la Humanidad de Cristo.
La alegría que manifiestan estos jóvenes no es mera expresión de emotivo entusiasmo o fanatismo ante la presencia de un líder espiritual, sino expresión de su gozosa comunión con quien, en nombre del Señor, viene a confirmarlos en la fe, la esperanza y la caridad, para testimoniar juntos la comunión eclesial. Están alegres por el gozo incomparable de Cristo resucitado que no deja de estar vivo y presente en su Iglesia. “Sí, la Iglesia está viva porque Cristo está vivo y nosotros experimentamos la alegría que el Resucitado ha prometido a los suyos” (Benedicto XVI).
El viaje de Benedicto XVI a Madrid, con motivo de la Jornada Mundial de la Juventud, será un momento particular y privilegiado para seguir gritando, en nombre de Jesús, aquella invitación que es promesa: “Ven y verás”. Los jóvenes, unidos al Santo Padre y a cuantos lo deseen, testimoniarán la Verdad, la Bondad y la Belleza con que sus vidas se han visto agraciadas; serán testigos del don de llamarse y ser cristianos, del don de vivir en la comunión que es la Iglesia, el Cuerpo donde Cristo se sigue haciendo presente al mundo, donde su salvación permanece visiblemente eficaz.