Primera fundación en Valencia

Palabras de Madre Verónica en la Celebración de acogida de Iesu Communio en la Archidiócesis de Valencia

Creo que empiezo a entender la pujanza y la alegría que irradia la Iglesia de Dios que peregrina en Valencia, lleváis en vuestras entrañas una Madre, un nombre grabado: hijos de la Virgen de los Desamparados. Sin duda, os sentís seguros en brazos de quien siempre escucha vuestras súplicas.

El día 8 de mayo pudimos participar en la celebración de la Eucaristía en la Basílica de la Virgen de los Desamparados, en ella percibí un ambiente ungido que me invitó a arrodillar el corazón, todavía tembloroso ante la decisión que debíamos tomar. La mirada de la Madre expresaba: “Haced lo que Él os diga”. Subí a la capilla de los confesionarios y me quedé clavada ante el Cristo crucificado y abandonado que grita su sed: que ninguno se pierda; su sed extrema: que todos conozcan el don de Dios. ¡Es impresionante ese Cristo roto por amor!… y enmudecí. Entré con dudas a la Basílica y salí con el sí confiado, el hágase de la Madre en el corazón y consciente de que donde se planta una cruz brotará una fuente.

Me consta y emociona que nuestro Cardenal D. Antonio Cañizares pidió a nuestra Madre de los Desamparados la presencia de Iesu Communio en la diócesis de Valencia. Sé también de tantos que durante años os habéis arrodillado ante la Madre pidiendo por nosotras para que esta fundación se hiciera posible. Son vuestras manos juntas las que nos han traído hasta aquí. Nosotras también queremos ser dignas hijas de esta Madre y de esta Iglesia que peregrina en Valencia y que hoy nos acoge.

Nos hemos puesto en camino… suplicando la audacia de la fe a la que invita el Papa Francisco: “Dejaos guiar por el Espíritu Santo. No tengáis miedo de los riesgos, como Él no tuvo miedo. Docilidad al Espíritu, amor a la Iglesia y adelante… el Señor hará todo” (Palabras del Santo Padre Francisco con motivo de la peregrinación de la diócesis de Bérgamo, 3.6.2013).

De nuevo me vienen al corazón las palabras-guía de la Madre Teresa, tan claves en el peregrinar de Iesu Communio: “Cuando Dios quiere algo, es fácil e imparable; cuando Dios no lo quiere, es imposible”. ¡Que es ‘imparable’ lo que Dios quiere, no hay duda! Incansable se ha manifestado en el empeño de D. Antonio, capaz de mover montañas, ¡y también casas! Gracias, padre.

Desde el año 2000 pensábamos en una posible fundación. Ha sido una búsqueda larga y esperanzada, pero también sufriente, porque no veíamos que se pudiera hacer realidad, hasta llegar incluso a pensar que el Señor de momento no quería ese paso. Pero el día 9 de diciembre de 2016 el Cardenal D. Antonio Cañizares, que nos conocía desde hace años, me llamó para comunicarme que las hermanas Salesas dejaban un Monasterio en Godella, y que él pensaba que podía servir a nuestra forma de vida; el Monasterio estaba en venta o quizá también se podría alquilar. Le contesté: “Padre, no podemos comprar, no tenemos medios; y alquilar, con bastante dificultad. Pero, por si acaso, me podría poner en contacto con la Madre de las Salesas”. El Cardenal Cañizares me respondió: “No, no hagas nada, espera, ya te diré”. Y os confieso que en el fondo me dio descanso. Pasaron más de dos meses y entonces pensé: “El Cardenal se habrá olvidado de ese tema o no resulta viable”. Pero el 28 de febrero de 2017 me volvió a llamar para decirme con voz muy alegre: “Ya está, Madre, el Monasterio de las Salesas es del Arzobispado. Si lo queréis, os lo podemos ceder”. Una llamada ya inesperada; y en mí, un corte de respiración. Muy pronto fuimos a visitar el Monasterio; nos acompañó el Cardenal D. Antonio Cañizares quien, con firmeza y ternura, me repetía: “Venid, esta diócesis espera a Iesu Communio. Venid, os esperamos”. Yo callaba, pero en mi interior se levantaban inquietudes que a él no le pasaban desapercibidas.

Muchos sabéis que desde hace años soñábamos con venir algún día a esta querida diócesis, pero la hora de Dios solo la marca Dios.

Una vez más el Señor nos ha tomado de la mano, y con todo el corazón queremos seguirle. Seguir al Maestro… este es el gran aprendizaje de un discípulo de Cristo. Todo consiste en no hacer planes propios, sino en desear los suyos. Seguir al Maestro, porque… si caminamos delante de Él, lo perdemos de vista y entonces se desdibuja el Camino, la Verdad y la Vida. Tampoco procede ponerse ‘al lado’, Él es el Señor, ¡cómo pretender un diálogo de iguales! Solo cabe seguirle, ir detrás… para que Él y su designio sean abrazados en la nitidez y claridad con que se nos ofrecen.

Que lo de Dios es imparable, ¡sin duda!; pero lo de ‘fácil’ me costaba creerlo… Queridos padres y hermanos todos, nos habéis abierto las puertas y el corazón entero, y habéis preparado con tanta oración y cariño esta aventura de Dios que ‘hasta nos ha sido fácil’ tomar la decisión. Aunque ‘fácil’ no quiera decir que no conlleve cruz.

Tantos se preguntan hoy dónde están los cristianos; nosotras estamos siendo testigos de que el fuego de Jesús sigue ardiendo en tantos creyentes. Nos sentimos arropadas, queridas, apoyadas… y se nos regala el espectáculo de ver hecha realidad la experiencia de las primeras comunidades cristianas: “El grupo de los creyentes vivían unidos, tenían un solo corazón y una sola alma. Nadie llamaba propio a lo suyo, pues lo poseían todo en común. Cuanto tenían, lo ponían a los pies de los discípulos”.

Ayudadnos, deseamos aprender y servir con el carisma recibido del Espíritu Santo. Nuestra comunión quiere ser templo donde, en adoración, se custodie la presencia del Dios vivo, se ame al Esposo con todo el ser, y arda día y noche la oración continuada que acoge y abraza el dolor, el sufrimiento y la esperanza de todos los hijos que Dios nos confía. Nuestra comunión quiere ser casa encendida para todos los que tenéis sed; posada donde el Buen Samaritano siga otorgando salud, reposo, ánimo, esperanza, fortaleza para emprender, continuar o retomar el camino de la fe. Y sobre todo, nuestras puertas estarán abiertas a tantos jóvenes desorientados, en la primavera de su vida, por la falta de Cristo.

Estamos deseando peregrinar en esta tierra, pero tenemos aún trabajo por delante: reconstruir el interior del Monasterio y también preparar los lugares de acogida para todos los que deseéis compartir con nosotras la oración, el testimonio de la vida y de fe. Deseamos estar lo más pronto posible entre vosotros y, aunque no disponemos de grandes recursos, confiamos a la providencia de Dios esta obra… Es fácil confiar cuando nunca nos ha faltado nada para el camino.

No puedo dejar de agradecer a tantos obispos que, con gran generosidad y cariño, nos habéis ofrecido lo que teníais en vuestras diócesis, ¡el Espíritu seguirá abriendo caminos!, porque “donde actúa el Espíritu Santo hay futuro”, como afirma el Papa Benedicto XVI.

Gracias a todos los que nos amáis, gracias a la Alcaldesa y a la Corporación municipal de Godella; gracias a cuantos habéis hecho posible este día, y… lo que aún esté por venir. Y ojalá sepamos tomar el relevo del fuego que nuestras hermanas Salesas mantuvieron durante tanto tiempo en esta tierra.

Le ruego, padre, que haga llegar a la Virgen de los Desamparados este ramo de doce rosas rojas rindiendo mi vida y la de mis hermanas a los pies de la Madre. “Jesucristo, nuestro inseparable vivir, en comunión hágase tu voluntad”.

¡Vixca la Mare de Déu,
Mare dels Desamparats,
la nostra Geperudeta!