En ese Niño que contemplamos en Navidad
se ha manifestado la omnipotencia de la ternura de Dios.
En el cuerpo de un Niño que llora, solloza y gime,
en un Niño que es frágil y no un gigante, que no tiene todas las fuerzas del mundo,
ha acampado entre nosotros el amor de Dios.
En ese Niño recién nacido manifiesta Dios la ternura del Dios eterno.
¿Qué habríamos entendido del amor de Dios sin ese Niño?
El Niño de Belén madurará en obediencia al Espíritu
para llegar a ser un cuerpo donado y entregado.
¿Qué habríamos entendido de la ternura del amor de Dios sin ese cuerpo de Jesús?